Ser feliz y sentirse bien con dos principios

Por Alberto Sanagustín.

   Seguramente la mayoría de nosotros queremos sentirnos bien, serenos y ser felices. 

Puedo entender los pensamientos cínicos y las muecas de escepticismo que estos títulos sensacionalistas pueden causar en algunos lectores. 

A pesar de todo, la mayoría estaremos de acuerdo en que la serenidad y la felicidad son deseables para cualquier persona.



Intentaré resumir mi opinión y mi estrategia ante esta cuestión basándome en mi experiencia vital y profesional.


amanecer, feliz, estar bien


Photo Credit: _Hadock_ via Compfight cc

La moda de la felicidad

Si vemos el catálogo de libros de autoayuda, cada vez son más abundantes los títulos que prometen fórmulas para la felicidad

Si hay muchos libros de este tipo, supongo que se venden bien porque hay un mercado que compra. Interesan al público.

Muchos  son pura charlatanería, otros tienen alguna idea interesante y algunos valen la pena porque hacen divulgación, tienen  base científica y pueden ser útiles en sí mismos o como complemento de una psicoterapia más estructurada.

Los últimos libros de autoayuda enfocados al público general que he leído han sido “Las gafas de la felicidad” del psicólogo Rafael Santandreu y “ La trampa de la felicidad” del médico y psicoterapeuta Russ Harris. 

El primero se inclina más por la terapia cognitiva, en especial por la terapia racional emotiva conductual y el segundo explica de una forma bastante práctica la terapia de aceptación y compromiso (ACT). 

Respecto al libro de Russ Harris, me parece mejor leer la versión original en inglés: “The Happiness Trap: How to Stop Struggling and Start Living: A Guide to ACT”. También tiene una versión corta con dibujos y caricaturas que es muy recomendable: “The Happiness Trap Pocketbook” (Dr. Russ Harris & Bev Aisbett)

Otros libros interesantes son los libros “Sentirse bien” y “Adiós a la ansiedad” del psiquiatra David Burns o el libro de Steve Hayes “Sal de tu mente, entra en tu vida: La nueva Terapia de Aceptación y Compromiso”.

Aunque hay diferencias de enfoque, pertenecen a la tradición cognitiva conductual, son fáciles de leer y estos últimos han sido contrastados empíricamente, es decir, hay estudios que afirman que se obtienen resultados.

Globalmente, y simplificando mucho, estos libros nos ayudan a reflexionar sobre el origen de nuestros estados mentales y cómo podemos cambiarlos para mejor.  

Y entro de lleno en el tema porque reflexionando sobre estos contenidos y sobre el tema de la felicidad, me he planteado la siguiente pregunta:


¿Podríamos sintetizar en un par principios la fórmula para sentirnos bien, estar serenos o ser felices?


Entiendo la palabra “principio” según una de las definiciones del DRAE

“Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”.

Creo que hay algunos principios que podemos extraer de la literatura, aunque antes tendríamos que definir con un mínimo de claridad nuestro objetivo: sentirse bien, estar serenos o ser felices.

Entiendo ser feliz como una sensación de serenidad que invade toda nuestro ser. Entiendo que eres feliz si estás sereno, tranquilo y con claridad mental.  

No es que sea una definición científica, pero para el objetivo de un artículo de divulgación y autoayuda como este, me basta.


¿Siempre felices?


No nos confundamos. Es poco realista pretender un estado de éxtasis permanente acompañado de una sonrisita imperturbable.  Tampoco me refiero a ser estable y rígido como una bola de plomo.

Me refiero a un objetivo más modesto de serenidad, equilibrio y fortaleza mental del que surja nuestra claridad mental.


¿Cuáles son los principios para la serenidad que propongo?


No son secretos porque se repiten una y otra vez en la literatura, pero es importante analizarlos con un poco de profundidad para ver cómo podemos aplicarlos en nuestra vida. 

Creo que los principios para la serenidad serían dos: 

1-Primer principio: el estoicismo de Epicteto, filósofo estoico del siglo I.


Me refiero a la máxima número V de su “Manual de vida”: el Enquiridión.  La síntesis más citada de esta máxima es:

“No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”

En la versión de mi libro es así:

“Los hombres se sienten molestos no por las cosas que les suceden, son por las ideas acerca de las cosas”

Y sigue a continuación escribiendo:

“Por ejemplo: la muerte no es nada terrible, pues si lo fuera, también a Sócrates se lo habría parecido; por la idea acerca de la muerte, que la muerte es terrible, resulta terrible la muerte”.

Y sigue en el mismo punto dando algunos consejos prácticos.

Esta es una cita que fue muy usada por Albert Ellis en sus libros, pero también la he leído de otros psicoterapeutas y me parece muy interesante empezar en este punto.

No hace falta reflexionar mucho para percatarse de que la afirmación es muy radical. Significa que cualquier suceso que nos ocurra, por indeseable u horroroso que nos parezca, es neutral.

Nuestras ideas, pensamientos o evaluaciones acerca del hecho es lo que lo transforma en horrible, terrible... o maravilloso si nos vamos al extremo opuesto.


Indignación ante la máxima de Epicteto y similares


Meditando un poco con profundidad, la máxima es realmente radical. Me parece muy fuerte, casi insoportable.

Cualquiera de nosotros que tenga cierta edad ha sufrido alguna tragedia personal:


  • Puede haber perdido algún ser querido: padres, pareja, hijos, amigos...
  • Puede haber sido diagnosticado de alguna enfermedad grave o estar inválido.
  • Puede tener un hijo gravemente enfermo.
  • Puede haberse sido despedido de su trabajo y estar en una situación económica muy mala.
  • Puede haber sido traicionado por un socio y estar arruinado.
  • O puede haber experimentado varias de estas cosas a la vez. 


No sigo con posibles infortunios porque todos podemos hacer una larga lista.

De hecho, si tienes cierta edad y no has experimentado alguna de estas desgracias en tus propias carnes, tienes mucha suerte.

Y estoy hablando de gente que vive en el mundo occidental. 

¿Qué ocurre en países subdesarrollados o en guerra?

Lo podemos imaginar. Circunstancias muy malas, tremendas, de enfermedad, violencia y mucho sufrimiento.

Y a pesar de todo, nuestro amigo filósofo Epicteto tiene las “pelotas” de decir que eso solo lo experimentamos de forma negativa por las “ideas” que tenemos acerca de estos hechos...


  • O sea, que las emociones que podamos tener por el diagnóstico de una enfermedad grave propia o de nuestro hijo, es debida a nuestro diálogo interno...Vale.
  • Que estés en un estado anímico lamentable porque un socio te haya estafado y arruinado, es debido a tus “ideas” sobre eso y a tu diálogo interno...Perfecto


Básicamente nos dice que, en el fondo, esos sucesos son algo neutro.

La verdad es que en alguna ocasión, al leer estas filosofías en el contexto de algunas vivencias personales, me han dado ganas de tirar los libros de este tipo, con su autor, por el retrete y, por supuesto, para después tirar de la cadena.  

Queda feo decirlo, lo sé, pero esa ha sido mi experiencia y me apetece compartirla.


Una reflexión y un rayo de esperanza


No desesperemos y sigamos reflexionando sobre este primer principio.


  • ¿Es verdad que pensamos constantemente acerca de las cosas?
  • ¿Es verdad que tenemos muchas ideas acerca de las cosas?
  • ¿Es verdad que evaluamos constantemente lo que está pasando?


Parece que sí. Parece evidente

Nuestra mente no para de dar vueltas y generar pensamientos. Parece no parar ni cuando dormimos.

Valoramos constantemente lo que pasa nuestro alrededor. Nuestra mente es una máquina de evaluar que no para de preguntarse:


  • ¿Esto es bueno, malo o neutro para mí? 
  • ¿Puedo sacar alguna ventaja? 
  • ¿Va a perjudicarme? 
  • ¿Va a beneficiarme?
  • ¿Qué va a pasar después? 
  • ¿Qué intenciones tiene esa gente? 
  • ¿Qué intenciones tiene el que escribe este blog?


Eso lo hacemos de todas las maneras posibles: conscientes, semiconscientes o inconscientes

Nuestro diálogo interno es constante y es uno de los factores importantes que inciden directamente en nuestro estado de ánimo. 

En un momento podemos estar hirviendo por algún recuerdo o preocupación y , tras una distracción, nos damos cuenta de que nos hemos calmado totalmente y estábamos en una fantasía.

¿Estamos en un mundo neutro sin nada bueno o malo en sí mismo?


¿Es verdad que lo que ocurre a nuestro alrededor es, en último término, neutro?


Respondo con una reflexión:


  • Si ocurre algo, lo que sea y no hay ninguna mente que lo evalúe como bueno o malo, ¿eso qué es?
  • Si quitas la mente evaluadora de la ecuación, ¿qué pasa con los sucesos?


Piénsalo un momento. Piénsalo a fondo.

Hay algo que evaluar si no hay alguien que evalúa. 

Si no hay nadie, lo que ocurre son simplemente hechos... neutros: “algo que pasa”.

Quizás Epicteto, nuestro viejo filósofo, no iba tan desencaminado. Al fin y al cabo, vivió como esclavo en el siglo I durante gran parte de su vida y no creo que su experiencia vital fuera un lecho de rosas.  Prefiero no imaginar cómo trataban a los esclavos en esas épocas.

Podemos pensar que esta gente se inventaba mecanismos mentales para anestesiarse emocionalmente a base de escapar o negar la realidad.

Puede ser que sea así y seguramente lo sea en parte.

Sin embargo, si profundizamos en la frase de Epicteto, lo que dice y sus implicaciones, no parece fácil refutar desde un punto de vista racional. 

Emocionalmente podemos poner muchas objeciones. Yo lo he hecho antes. Racionalmente es mucho más difícil refutar.

¿Y cómo puede ayudarnos este principio estoico


¿Realmente nos puede ayudar?

Creo que sí.

En primer lugar, por su simplicidad. Muchas veces los educadores, pedagogos, psicólogos, médicos, psiquiatras... con toda su buena intención, proponen soluciones demasiado complicadas para poderlas poner en práctica. 

¡Yo estoy entre ellos!

El hecho de proponer un principio muy sencillo (que no superficial) que nos permite recordar conceptos complejos puede ser de un valor incalculable.

En segundo lugar, si nos creemos profundamente el principio, la máxima de Epicteto, puede tener un importante efecto en nuestro estado y salud mental. Puede ayudarnos a conseguir un estado de serenidad que con el tiempo sea bastante estable. 

Y eso es importante si queremos amortiguar los golpes pequeños, grandes o enormes que todos vamos a ir recibiendo durante de nuestra vida.

La cita de Epicteto nos puede enseñar a ver desde otra perspectiva nuestros problemas, a pensarlos de otra manera, a relacionarnos con los hechos y con nuestros propios pensamientos desde otro punto de vista.

Las palabras clave aquí serían: distanciamiento y perspectiva.

¿No te ha pasado alguna vez que un problema parecía enorme, pero tras un tiempo parecía algo menor, incluso insignificante? 

Quizás ha sido el mismo paso del tiempo, quizás ha sido el comentario de un amigo o familiar, quizás ha sido una reflexión personal...

A mí me ha pasado muchas veces.

¿Cómo es posible si las circunstancias eran las mismas?

Por el cambio en la forma en que pensabas acerca de la situación. El problema no era el hecho, sino las ideas (pensamientos, películas mentales) que estabas desarrollando acerca del hecho.  


¿Cómo usar el principio de Epicteto en nuestra vida?


A mi modo de ver, es sencillo. Solamente consiste en “darse cuenta”.  La estrategia es simple:

1-Sucede algo.

2-Experimentas una emoción.

3-Te das cuenta que la emoción surge de lo que piensas (evalúas) de la situación (real o imaginada) y no de la situación en sí misma.

4-Respiras, te relajas o simplemente no haces nada: lo dejas pasar.

Puede parecer demasiado sencillo y en muchas ocasiones es así. 

Es cómo darse cuenta que te estás acelerando demasiado el coche y , en ese momento, sueltas el pedal, aflojas y disminuyes las revoluciones.

Consiste en hacer lo mismo con tu mente. Cuando notas que una emoción se desborda, te das cuenta de que vas a un exceso de velocidad mental, sueltas el acelerador mental y automáticamente te relajas. 

Por supuesto, esto mejora con el entrenamiento. Al principio costará más y después será más fácil. 

Cuanto más precoz sea la detección de la emoción, más fácil será “soltar el acelerador”.

Muchas veces no hace falta entrar en análisis posteriores. Sabes que son “únicamente pensamientos” que no tienen mayor importancia.

Es así de fácil, pero hay un requisito previo: que entendamos la radicalidad de la cita de Epicteto y que nos las creamos con profundidad. 

Consiste en meditar profundamente sobre el tema.

El proceso tiene dos pasos:

1. Convicción intelectual.

2. Convicción visceral.


¿Cómo nos lo creemos intelectualmente?


Como comentaba al inicio, el principio básicamente nos está diciendo que cualquier cosa que suceda es neutra, o sea, ni buena ni mala. El pensamiento es la que le da el color. Demos un paso atrás.

Meditamos sobre este principio, reflexionamos, buscamos razonamientos, historias, ejemplos, biografías, metáforas y todo tipo de argumentos tanto en lecturas como en la vida real hasta que entendamos profundamente y nos creamos la afirmación de Epicteto.

Busca modelos de gente que sea así. Puede ser gente que conozcas o pueden ser personajes históricos o más o menos conocidos. No consiste en idealizar a nadie porque todos tenemos luces y sombras, pero encontrar modelos es un posible camino.


¿Cómo nos lo creemos visceralmente?


Supongamos que creemos que Epicteto tiene razón, pero no en profundidad.

Puede ser que lo creamos, pero que sigamos emocionalmente mal porque en el fondo de nuestro ser creamos que el principio es una chorrada.

¿Qué hacer?

Insistir una y otra vez en lo mismo, incluso hablando o comunicándonos con personas que piensen de la misma forma hasta que la convicción sea profunda.

Esta convicción se puede producir de forma brusca en forma de “insight” (visión desde dentro) o puede ser muy gradual y nos haga progresar en esa dirección.

¿Cómo sabremos que lo conseguimos?

Por el resultado: serenidad cada vez mayor ante cualquier circunstancia.

El objetivo no es conseguir la serenidad perfecta o la felicidad perfecta. No tenemos ninguna obligación de estar siempre serenos y en paz interior.  

Es solo una dirección, un ideal, pero no un lugar al que tengas que llegar para quedarte. Es un proceso. Yo mismo estoy lejos de ese ideal.

¿Quién alcanza esos estados de serenidad?

Los santos, los iluminados o los filósofos antiguos o modernos con sus estados de ataraxia y apatheia (que no significa apatía).
  • Unos creerán que todo es para bien porque Dios está detrás de todas las cosas y no hay nada fuera de su control. 
  • Otros creerán en la impermanencia y en el Anatta (no-yo). 
  • Otros en variantes de las ideas filosóficas descritas. 

En el fondo el resultado es parecido o el mismo.

Me da igual la filosofía subyacente que utilices como apoyo. Si la necesitas y te resulta, está muy bien.

Todos esos sabios hacen una lectura de la realidad y de sus propios pensamientos desde una distancia suficiente para alcanzar serenidad. 

Los filósofos antiguos se preguntaban: "¿Qué haría Sócrates en esta situación?"

Busca tus modelos y ponte en su lugar.



2-El segundo principio: la oración de la serenidad


Me refiero a la oración de la serenidad del teólogo estadounidense de Reinhold Niebuhr. La versión resumida es la siguiente: 

“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para apreciar la diferencia.”

Hace referencia a Dios, pero no tiene nada que ver con la religión y se puede aplicar cualquier persona independientemente de sus creencias. 

Es también una máxima repetida por muchos psicoterapeutas.

El problema de estas frases que se repiten tanto es que acabamos por hacer una lectura superficial y no les sacamos el jugo necesario.

¿De qué trata esta frase tan sencilla y profunda?

De discernimiento, es decir, de capacidad para discernir.

La definición que da el DRAE de discernir es:


Distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo. 

Aquí hemos pasado a un nuevo principio que hace referencia a una nueva fase. Es la fase de pensar y de evaluar. 

Es la fase de aprender a distinguir entre dos tipos de sucesos:

1-Los que depende de ti y puedes cambiar.

2-Los que no depende de ti y no puedes cambiar.

En la máxima se habla de las virtudes de serenidad, fortaleza y sabiduría. 


  • La sabiduría la hemos utilizado para hacer dicernir entre lo que depende o no depende de ti.

  • La serenidad es lo que nos hará falta para aceptar lo que es como es y no se puede cambiar. Si tu hijo está grave, has de tener una dosis muy grande de serenidad para aceptarlo. Aceptarlo con serenidad no significa resignarse y “joderse” sin más, sino asumirlo y seguir hacia delante.

  • La fortaleza es tener valor y agallas para actuar de acuerdo con tus valores y cambiar lo que haga falta que esté en tus manos.

¿Qué es lo más importante de este segundo principio?


Partir de una situación de claridad mental que te permita hacer distinciones, es decir, pensar con claridad.

Si estás desquiciado, con una ansiedad desbordada, ira destructora, tristeza abrumadora..., va a ser muy difícil pensar con claridad.

Es importante insistir en la primera máxima, la de Epicteto, creérsela visceralmente y eso te permitirá, con el tiempo, tener la serenidad suficiente como para pensar con claridad y así: 


  •  distinguir entre lo que puedes o no puedes cambiar (sabiduría),
  •  decidir cambiar lo que te das cuenta de que puedes cambiar (fortaleza) y
  •  aceptar las cosas como son y dejarlo ir (serenidad).


En realidad, este último punto, la serenidad es el fundamental y de él surgen todos los demás.
Recuerda, la serenidad se fundamenta en el primer principio: la máxima de Epicteto.

Y así, felizmente, cerramos el círculo y podrás aumentar las posibilidades de ser más feliz.


Resumen

  • “Los hombres se sienten molestos no por las cosas que les suceden, son por las ideas acerca de las cosas que les suceden.”


  • “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para apreciar la diferencia.”

Conclusión


Un buen psicoterapeuta o un buen recurso de autoayuda te darán la orientación suficiente para que descubras esa serenidad mental que está dentro de ti. 

Esa serenidad mental aumentará de forma proporcional tu claridad mental y tú mismo podrás descubrir los recursos necesarios para solucionar tus propios problemas de la mejor manera posible. 

Serás más independiente y libre.


Dr. Alberto Sanagustín
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